martes, 19 de mayo de 2009

Alí Primera Documentos de Eudes Navas

¡QUÉ MI CANTO NO SE PIERDA!

 

A un año de la ida del panita Alí Primera.

 

A: Monche y a Sol

 

A: quienes siguen la tarea de Alí

EUDES NAVAS SOTO.

 

     En uno de sus discos, Alí recalcaba la idea de que nunca había compuesto una canción adrede. La expresión indica espontaneidad, más que el verdadero sentido de la palabra, pero dicho por Alí, suena a metáfora y uno logra entender la significación de la palabra. La efusión, podría agregarse. Realmente no hay nada en la obra de Alí, que no tenga un propósito, que no lleve una arenga o transmita un mensaje. Entonces, lo de adrede, verdaderamente es adrede, ligar ese gran sentido poético y esa compleja y completa disposición para la composición musical y la interpretación misma y la personalidad de la escena, para mantener permanentemente una alerta, una voz dirigencial y un amor inconmensurable, hacia un pueblo del cual se es parte, no sólo en la palabra  sino en la acción y en el sacrificio;  es tarea propuesta y fundamentada, es más, es un compromiso. Alí lo entendió así desde un principio, desde que comenzaba a tararear canciones por los pasillos de la U.C.V. y mucho antes también y, ya nada o poco importó el beneficio personal, la idolatría de los o las fans y el sueño de la madre y los hermanos por verlo con su flamante título de Ingeniero Químico.

     No es casual la inclinación hacia la lucha popular que se opera en Alí Primera. Pertenecía a una generación responsable que quiso tomar para si la tarea de introducir cambios saludables en la vida nacional y para lo cual no vaciló inclusive en aceptar el uso de la fuerza y de las armas. Esa generación, incorrupta en sus principios y postulados, generó todo tipo de hombres y mujeres, a los que los estudiosos siempre le consiguen ubicación y explicaciones en el tiempo y en el espacio, pero definió también verdaderos hombres y mujeres, que sin buscar razonamientos y racionamientos, mantuvo y ha mantenido por encima de las propias conveniencias, la conveniencia del pueblo de donde salieron, que los vio formarse y que siempre ha mantenido en ellos, su último hálito de esperanza en una sociedad que cada vez es más esclava y que cada vez es más victima del imperialismo, de su idea y de su efecto, venga de donde venga.

     Para los músicos, las composiciones de Alí son comprometidas y difíciles, si se atiende a la métrica y a las normas de la composición; esto por las variantes y la enfatización nada académica que Alí ponía en sus canciones, pero para la gente común, para el pueblo, eran canciones que fácilmente se tarareaban apenas salían al aire. Los estribillos sabían a lo que el pueblo gusta saborear. Y eran o son canciones compuestas sin ensamblaje, es decir, una canción era esa canción y no producto de un retazo de varias cosas inconexas. Las canciones de Alí, iban en su música, desde las cadencias románticas y tiernas de los madrigales y romanzas antiguas, pasando por las notas armónicas de la composición popular ligera, hasta llegar a la enérgica y contagiosa fuerza del estribillo. Ese recorrido hace que el pueblo las sienta como suyas y las cante o tararee aún sin manejar a conciencia el altísimo contenido social y poético de esas obras. Además, la variedad melódica y armónica, prepara al oyente común,  a quien va dirigida, a escoger los compases más cónsonos con su sentimiento musical o su captación o simplemente, su gusto. Retaba además a los arreglistas o músicos de oficio a ejercer toda su sapiencia y creatividad, para lograr al final una gran obra musical con fundamentos serios sin mermar sus sentimientos de pueblo.

     Por otra parte, la expresión poética de las letras de las canciones de Alí Primera se pueden someter a cualquier juicio y pueden salir o no airosas de esas apreciaciones en cuanto al criterio personal o “académico” del crítico, pero NUNCA podrán ser tildadas de acomodaticias o fingidas y menos aún de ininteligible. Eran frases verdaderamente honestas salidas de lo más interno de un hombre donde convergía el sentimiento y la realidad, atizado todo esto por la vivencia  y por la vocación de servir, usando para ello la propia vida, sacrificando inclusive lo que le era más querido, si la meta significaba la dignificación del pueblo y el logro de las reivindicaciones de éste.

     Hurgando en los discos que Alí dejara para la posteridad y que ya están convertidos en asientos de la canción universal, conseguimos frases que parecieran sacadas de los clásicos de la literatura universal y con un contenido filosófico que bien valdría la pena hacer un alto en el camino de las apreciaciones, para no desoír el mensaje y hasta la arenga que estas frases pudieran significar. En su LP “La patria es el hombre”, Alí casi amenaza a la minoría dominante que desde la época colonial, en una forma u otra maneja nuestros destinos; y dice: “La tristeza de mi pueblo será convertida en fuerza”. La sabiduría y refranería popular podría traducir esa frase en aquello de “no hay mal que dure mil años ni cuerpo que lo resista” o “sacar fuerzas de flaquezas, etc. Lo cierto es que el pueblo entiende la palabra y la guarda en el talego de sus recursos para expresarla algún día en sus reproches. Decía Alí, “la resistencia de un pueblo es un potro desbocado”, entendemos que la opresión y la falta de oportunidad para decidir en los destinos de su país, dejando de lado naturalmente la maquinación del voto y la demagogia electorera, hace que el pueblo nutra sus fuerzas internas, reprimidas, hasta el momento de darle salida, lo que hará con la fuerza y el brío de un potro indómito. Como los volcanes. Agrega: “…sino distinguir a fondo los que van comiendo dioses y defecando demonios”, casi pugnando por arengar al pueblo a conocer a sus esclavistas cobijados en logias infranqueables y con la excusa del legalismo, para esconder la verdadera pasión de serviles  de sentimientos extraños a nuestra tradición e historia. “Somos esclavos de esclavos, nuestro amo tiene amo y a mí me duele más esta esclavitud”, dijo además Alí en una de sus canciones.

     La entrega total de la idea y de la vida misma de parte de ese gran compatriota que tanto quiso a su pueblo y a su país, queda reseñada en frases como: “…quema entonces mi guitarra, pero que crezca la llama”, o en “soy feliz al saberme de todos” o “no por cantar debemos eludir el hermosos deber de estar presente en la definitiva barricada”. Frases llenas de sentido y de responsabilidad, apartadas de los convencionalismos y de las complacencias y que, aún pasadas las guerras de independencia y la federal, y experimentadas tantas formulas de la vida institucional, persisten en el formulario de las peticiones y propósitos, toda vez que los postulados por los cuales el país se ha desangrado, no se han logrado, sino que se han dejado en carpetas, mientras se atiende a “tareas” más urgentes, como el engaño y la corrupción y hasta la entrega total de la identidad y hasta de la soberanía, atendiendo a las complacencias de la gran oligarquía internacional que nos acogota y que maneja como marionetas a la oligarquía clasista nacional, que pretende a cada momento cobrar en divisas y favores, el hecho de permanecer tranquilos, dejando a otros el mando, mientas ellos detentan el poder.

     “Que mi canto no se pierda” decía Alí en sus primeras canciones y luego en “la noche del jabalí”, agregaba, más experimentado: “Ahora pongámonos en marcha que la palabra sin los pasos es una palabra muerta”; y como para dar fe de lo dicho y de su deseo de traducir el ideario de la creatividad comprometida con el pueblo, Ali recordaba en una hermosísima canción, su entrega a la lucha común: “Yo amarré los recuerdos al árbol de la noche y fui en busca del sol” y verdaderamente se dedicó a buscar al sol en cada rincón del país, en cada hombre y en cada sueño y a fabricar rayos de sol si no existían y “fue sumando corazones para vencer madrigueras” y se hizo amigo de la vida para entender y ayudar a los otros a entenderla y la llamó: “…dulce y buena camarada”.

     Alí Primera, aparte de su propio valer como entendedor del sentimiento popular y de cultor de la solidaridad, era tan efusivo en su palabra, que aún cuando cantaba, se olvidaba que tenía micrófono y esforzaba su garganta al máximo, porque cantaba de verdad, sin mermar el sentimiento y sin cuidar la garganta, decía: “…es mejor perder el habla, que temer hablar, sostén con tu palabra el corazón del pueblo”. Solitario Quijote en la marcha de la unidad popular, no como la conciben quienes se reparten los favores del pueblo y creen que por representarlo, de acuerdo al status, pueden y logran convenios oscuros a favor de los intereses de sus toldas o personales, más que los del pueblo, decía en una de sus canciones: “…si la solidaridad es un arma , la canción también lo es, y más aún si es lengua del pueblo” y casi explicando el esfuerzo para quienes lo creían sólo un iluso, Alí decía: “Mi sólo esfuerzo es un simple viento pero con el viento del pueblo tendré la furia de un vendaval” y en uno de sus LP, decía además, como participando en un diálogo: “¿Con una pequeña llama yo puedo hacer un gran fuego?. Seguro, puedes hacerlo, pero antes junta la leña”.

     La temeridad del ostracismo y el no dar la cara con la propia cara, no eran párrafos del libro de Alí Primera, él era conductor y soldado, sembrador y regador, ideólogo y ejecutor, esto lo resumía en unos versos nada plañideros, más bien llenos de alegría de su LP “La Patria es el hombre” que dicen: “el árbol cuando florece siempre descubre su sitio y enseña su nombre”.

     En una oportunidad alguien escribió unos versos que nunca han debido existir, donde, seguramente apasionado por su creencia política o social o simplemente por desconocimiento total de quién era en realidad Alí Primera, lo emplazaba en el comercio de la palabra y de la canción. Alí se resintió mucho cuando lo supo, pero nunca tuvo una expresión hiriente hacia el poeta que lo insultaba. Se nos ocurre ahora que una buena respuesta a aquello serían las palabras del mismo Alí: “Canta el gallo en la mañana, pero nadie ha averiguado  cuando es que está triste el gallo” o en aquella bella frase de su canción “Tía Juana” que dice: “Pero cabalgo en el potro hermoso de la esperanza y esa no me la quitarán”.

     Tanta frase bella, tantas metáforas, tanta filosofía, tantas cosas contienen las canciones de Alí Primera, que haría falta el concurso de estudiosos para poder lograr una dimensión más exacta de lo que su palabra, su música y su vida significó, significa y significará en nuestra bella patria, a esa patria que él mismo describiera así: “amo a la mujer que busca desesperada al hombre, no al macho. Ella es la patria”. Y los jóvenes que hoy cantan sus canciones podrán entender en el transcurrir del tiempo, que no hubo una sola palabra que pudiera perderse en la arenga definitiva de ese gran venezolano de nuestro tiempo, paisano del terruño pequeño, que un día se echó la guitarra al hombro, con su caja de resonancia llena de deberes, de sueños, y de entusiasmo, para recorrer el país alertando al pueblo sobre sus derechos a disfrutar de las bonanzas de esta tierra de libertadores y hombres de bien, lastimeramente subyugada por intereses que no formaron parte de los escuadrones que nos dieran el derecho a vivir como país soberano. Alí estará en el minarete en constante vigilia, mientras su canción viva y exista un joven que la cante y le acomode versos y compases.

     A un año de su partida recordamos sus dos premonitorias frases: “los que mueren por la vida no pueden llamarse muertos” y “Pido que mis camaradas me despidan con canciones, flores rojas, puño en alta, y me prometan seguir luchando por la alborada, que también es camarada”.

 

Coro, febrero 1986   Eudes.    

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

ALÍ Y SU GUITARRA

 

     No sé ahora a quién conocí primero, si a su voz o a su guitarra, eran lo mismo, las dos tenían el mismo tono, el mismo color, la misma tesitura y el mismo sentimiento.

     Alí hubiese podido hablar a través de la bocaza de la guitarra, y la guitarra ha podido emitir su sonido por la boca de Alí, abriéndose espacio entre los bigotes y la barba del poeta cantor, eran lo mismo. Por eso jamás concebí a Alí con otra arma en la mano que no fuera su guitarra y ésta no pudo tener mejor sostén de sus sonidos que la del cantor mayor.

     En una ocasión que Alí fue huésped de nuestra casa, dejó, sobre la cama de uno de mis hijos la hermosa guitarra, adarga melodía, refugiada en su estuche negro adornada con marbetes de los varios países, por donde ambos habían dejado sus cantos, parecía reposar. Entonces, con cuidado abrí el estuche para cerciorarme si en realidad quien tranquilamente reposaba en el regazo de terciopelo rojo era realmente la guitarra o era Alí.

     Desde la puerta, sin que yo me hubiese percatado de su presencia, el cantor mayor me observaba. Entró al cuarto, cerró el estuche con cuidado, aseguró los broches, tomó el estuche por el asa, la levantó con su preciosa carga interior, me vio sin reprocharme y dijo:

---Se da cuenta poeta, que uno no puede dejar el corazón en reposo mientras los pies caminan. Ambos deben orientarse a un mismo destino.

 

---Así es poeta--- le respondí.

 

Coro, 28-03-92

 

(firma autógrafa de Eudes Navas)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

            CARTA PARA ALÍ PRIMERA

 

Eudes Navas Soto

 

a: carmen Adela y a Sol

 

a: Asciclo

 

 

Querido hermano:

 

     Los años pasan sobre uno como gacelas huyendo de las llamas. Apenas se distingue el tiempo porque la tarea es permanente y apenas haz resuelto algo, al paso siguiente debes parar a revisar lo hecho y, en ocasiones debes mantener lo hecho, que debido a la dinámica vital, o ya está en desuso o debe repararse. No es que sea una rutina, más bien es una tares dinámica y constante. Tú y yo y muchos más, sabemos que hacer cuando lo extraordinario se vuelve rutinario, lo sabes tanto, que en eso se te fue la vida y quienes aún soñamos manteniéndonos aún en una sola pieza, esperamos agotar la última energía en pos de la victoria final.

     Panita, he querido escribirle en ocasión de sus cincuenta años, porque aún cuando sé que desde el lugar de los escogidos donde usted está, están enterados de los aconteceres mundiales, pienso que si comparto con usted algunos pareceres que van “desde la rabia a la ternura”, a lo mejor logro luego clarificar algunas cosas, que ni manejo, ni entiendo. Usted fue y sigue siendo mi amigo y juntos compartimos muchos sueños, se acuerda de los versos de Alberto Cortez: “…cuando un amigo se va/ queda un tizón encendido/ que no se puede apagar/ni con las aguas de un río/ cuando un amigo se va/ queda un terreno baldío/ que quiere el tiempo llenar/con las piedras del hastío. Usted se fue en materia y se multiplicó en esencia, porque “los que mueren por la vida, no pueden llamarse muertos”, no obstante Panita, le confieso, que a pesar de sus consejas, de nuestras convicciones, esa ida nos dejó muy triste, a pesar del mejor destino que a usted se le tenía asignado, el hecho de no vernos como antes, de no poder continuar construyendo sueños y amasando realidades en segundos, que convertíamos en siglos, con el tesón y la entrega, a pesar de todo eso, hermano Alí, no es tan fácil tolerar las adversidades aún cuando las conozcamos de antemano y sepamos además, que adversidades son si las vemos egoístamente, pero que no son tales, si quien nos deja marcó una estela indeleble en su pueblo; lo que hizo usted hermano.

     De todas maneras quiero contarte cosas. Sin proponértelo, estás participando en la campaña electoral, que han seguido desde tu ida. Tus canciones retumban por los altavoces de los candidatos y, fíjate que ni hablar te dejaban y marcaban y enlistaban a quienes coreaban tus himnos a la esperanza y a la vida, lo que realmente eran tus canciones y lo siguen siendo en otras voces o en la tuya misma a través de las grabaciones que dejaste y que por arte de magia se han multiplicado. Eso me da soberbia, lo confieso, pero a la vez me reconforta pensar que tu mensaje ha calado en lo más hondo del sentimiento popular y la gente busca a diario, oír tu mensaje, de eso se han dado cuenta también los expertos electorales y usan tus cantos para llamar la atención de los votantes, que de otro modo, a lo mejor ni caso harían. Se oye de lo más chévere, una por ejemplo que dice: “…si te sientes falconiano”, luego cortan la música y tu voz y agregan, “vota por fulano”. Las caravanas de los eternos manejadores de los poderes de este pueblo, se pelean a fuerza de decibeles el privilegio de que tu voz y tu canción se oigan más fuertes, no importa panita que partido sea, todo el mundo usa tus canciones, le repito, aunque me da una cierta ira, ver que ahora si se recoge su mensaje y sobre todo por gente que lo persiguió a usted y pretendió más de una vez callarlo, le repito también, me alivia pensar que ese era la idea de su mensaje, lograr que se multiplicara y llegara en forma urgente y continuada a los oídos del pueblo, imagínese panita y en manos de quien quedo la tarea, caray, hay que ver que el mundo da vueltas. Usted, debe estar que se caga de la risa de ver a los figurones de los partidos “nuestros”, pelearse por ser más “alicista” que la propia Carmen Adela o que Sol. Le repito, eso no es malo, pero de todas maneras yo le prometo panita, estar pendiente, no vaya a ser que de repente aparezca su foto en la casa de alguno de estos partidos con un emblema en su pecho, le prometo ocuparme de que eso no suceda y le prometo además tenerlo al tanto, a través de mi nieto Juan Manuel, a quien seguramente ya has conocido, de lo que por acá acontezca, le digo a través de él, porque yo hablo a diario con ese carajito que se nos escapó cabalgando una nube durante una ventisca de cuaresma paraguanera. “Vamos compa carajo, que para amanecer no hace falta gallinas sino cantar de gallos” repítale ese estribillo al carajito, para que él me lo recuerde a diario cuando nos comunicamos, pero no se lo enseñe al coro celestial, no vaya a ser que se le alcen al viejo bueno de la barba blanca, porque como están las cosas, cualquier cosa se espera. Enséñele esos bellos cantos infantiles que usted sabía hacer aquí, aquel que decía o dice: “la piel de mi niña sabe a caramelo” o el lucerito, o los tantos cantos al amor, a la vida y a la esperanza que usted hizo como arroz, como dicen los chamos ahora.

     Alí, ninguna carta está completa sino lleva su porción de chismografía. Algunas cositas te voy a contar, por ejemplo, ¿recuerdas a Secundino Urbina?, sí el médico, escritor, y demás hierbas, pues él hizo una ponencia sobre ti y la poesía de tus canciones para presentarla en el II Simposio de literatura falconiana en Punto Fijo, hace cosa de cuatro años. Un bello, acucioso y honesto trabajo  de ese médico-sociólogo que es Secundino; pues bien, le cayeron encima unos guardianes de la poesía esa rara, abstracta y hasta vacía y se discutió la poesía en las letras de tus canciones, no se llegó a nada. Secundino guardó su ponencia y cuando tiene ocasión, la desempolva y vuelve a la carga. Lo mejor es que quienes no admitieron, en esa ocasión la jerarquía poética de tus letras, hoy en día se desviven por aparecer en cualquier cosa que huela a Alí Primera y hasta a uno le toleran las irreverencias, porque y que uno era panita tuya. Miguel Ángel, si vale Miguel Ángel Paz, el masista, mi compadre, que actualmente lo tienen bailando en un tusero porque lo quieren raspar del partido y del puestecito en la universidad, porque tiene le lengua brava y dispara contra cualquier pájaro de mal volar que se ponga a tiro, escribió un bello libro sobre ti y tu obra, un sustancioso ensayo con miras más bien de vademécum sobre tu trabajo y tu vida, por encima de cualquiera otra pretensión también llevó lezna, como dicen los alpargateros de mi barrio, porque según y que te “endiosaba”. Mezquindades pendejas hermano, pero a Miguel Ángel se le acabaron los libros y todo el mundo quiere ahora saber más de ti y de tu trabajo y eso panita, es positivo. Todavía tengo vivo en el recuerdo la expresión de tu rostro y las palabras adoloridas que pronunciaste:

 

--- ¡Qué buena verga panita, que desconocimiento! ¡Que verga!--- cuando por desgracia me correspondió, en cuido del cariño, enterarte de unos versos publicados que hablaban mal, no sólo de ti, sino de tu tarea, de tu intención, de tu obra. Sólo me atreví a decirte a modo de consuelo, con mucha delicadeza en mis palabras que no lograba disimular mi malestar y arrechera:

 

---no le pares a eso, el tiempo se encarga, esas son vainas de un viejo juglar deslumbrado por el celo de una militancia caduca mal entendida y gozoso de halagar al mandatario de turno, agrediendo a quien lo adversa y denuncia como sostenedores de este sistema de cosas que nos ha venido acogotando por más de treinta años, amparados en la sombra de esa bella palabra: DEMOCRACIA, tan mal entendida y usada solamente en sus más mínimos efectos.

     Panita Alí, no te tocó vivir acá entre nosotros esas eclosiones sociales de dos febreros, productos, uno de la intolerancia popular a la indiferencia y al antiparabolismo de los amos “oficiales” de las vainas. Es decir, les llenaron el gorro a los pobres y éstos se arrecharon de verdad, verdad. Se sacudieron pero los aplastaron. Pero la rabia persiste y aún no da paso a la ternura que sabemos llegará. Está latente y crepita a diario y así, en otro febrero, jóvenes venezolanos, responsables y hastiados de tanta sordera, de tanta arrogancia oficial y de tanto abandono popular, pusieron sus vidas al servicio del deber ciudadano y popular. Los cercaron, pero como dice el refrán “del cuero del tigre muerto éste”, se les teme más ahora que están encerrados y aislados que cuando tomaron sus armas para responder  a sus responsabilidades. Y es panita, que  como usted lo dijo y nosotros lo multiplicamos: “…Siempre volará la idea/ aunque se pudran los huesos…”…Con el sol a medio cielo/ y teniendo el cuerpo preso/ sentí cabalgar el canto/ profundo en el sentimiento/ y he seguido en la pelea/ aligerado de peso”. Y es la palabra hermano, es la idea panita, es la verdad. “si no hay verdad en los cantores/ entonces no habrá verdad/ ni en el canto ni en la esperanza”. Vale preguntarse: ¿Cómo se exterminan la verdad y la dignidad?

     Conociste entre nosotros, los tipos de planes a los que pretenden que nos acostumbremos y aceptemos. El plan de machete de impacto rápido de los cuerpos represivos y los de muerte lenta llamados “planes de la nación”. Por fortuna no experimentaste el “paquete económico” ni el “bono alimentario” ni el “paquete o bono escolar”, etc., donde el pueblo ha sido usado como conejillo de indias tratando de convertirlo en corderos sumisos, experimentándose verdaderas frustraciones, manadas de mendigos, flaquezas de la personalidad, pérdida del orgullo y desviaciones de la dignidad, etc., de esas que naturalmente le cobrará la vida y la historia. Dígame eso de la que desde tu sitio de seleccionado ya debes saber, disculpa lo extenso, pero es que uno tiene el pensamiento ejercitado y las palabras a tropel “…échala tu palabra contra quien sea de una vez, así sepas que viola el cielo, échala”. Debo aclararte que quienes somos militantes de tu canto y compartimos los deberes del pueblo y exigimos sus derechos, no nos amilana el hedor, “…porque a pesar de este cuadro/ no nos gana el pesimismo/ el pueblo marchará unido/ a luchar por sus derechos/ y buscará trecho a trecho la victoria popular”.

     Lo voy a dejar panita, pero recuerde que “…estamos armando nuestras propias canciones, con nuestras propias conductas”, por eso me provoca contarte que en esa población serrana de Cabure, emitimos un manifiesto en ocasión del centenario del nacimiento de Agustín García, leído por Porfirio Garcés, un médico cabureño hermanos del “Colorado” Servando Garcés, buena gente como éste, que entre otras cosas dice: “…aquí en lugar de las diásporas, al norte de los solos y revelados, un pájaro derrota con su vuelo la oscurana…resistir a la desidia, al facilismo acomodaticio del poder; romper la complicidad del silencio e instaurar de manera emancipadora los valores soberanos del pueblo: ha sido una eterna lucha que ha iluminado en Venezuela a no pocos mártires y redentores…Apostar a la belleza es rescatar nuestra dignidad mancillada, insurgir contra las alas de la muerte y descubrirnos en la felicidad colectiva. Una victoria de la luz pasa entonces por derrotar la tiranía de las tinieblas…Decidir el futuro y su imaginaria morada exige cancelar la celebración del oprobio e inventar el alba”. No se ha secado la siembra hermano. Hasta el encuentro.

 

“Canta, canta compañero

Que tu voz sea disparo

Que con las manos del pueblo

No habrá canto desarmado”

 

     Salúdame a tanta gente buena que está contigo. Los míos te abrazan.

Hasta la victoria siempre

 

 

 

Eudes

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

CARMEN  ADELA

La madre del cantor mayor

Eudes Navas Soto

A: los Primera Rossell

A: los Padilla Rossell

A: Sol y a los Primera Musset

Para el libro: ENTRE CORIANOS TE VEAS

25 crónicas de más de la corianería

 

 

 

 

     Carmen Adela la madre entre otros, del cantor mayor del pueblo venezolano Alí Primera, era una paraguanera por los cuatro costados, por cualquier lado que se le viera. Todo el color sabor y olor paraguanero, formaba parte de los nutrientes de arterias y venas de Carmen Adela Rossell, nacida en el ombligo de la península, en San José de Cocodite el 16 de diciembre de 1910, donde la bonanza de la tierra, en la época de lluvias y frescura, confunde la apreciación atmosférica y telúrica de esa Paraguaná, inciertamente árida, a su vez embriagada en la delicia de sus propios vientos y la gama de azules de su cielo y de los mares que la circundan y le refrescan la resolana.

 

“Para pelear un coriano

Para enlazar un llanero

Para aguantar un verano,

No hay como un paraguanero”

 

     La gente de Paraguaná  carga a cuestas el olor, el color y el sabor de la península. Olor a sol, viento mar y tierra, honrosas delaciones de la tarea diaria, olor a vendaval y a orégano de tiempo de frescura, color de los azules infinitos de su may y su cielo y sabor salobre de la brisa viajera que se nutre del mar, para irrigar todo lo que pertenece a la península: seres, flora, fauna y suelo. Carmen Adela era todo eso, una paraguanera integral, donde el mestizaje que le viene de ese apellido sajón, Rossell, no debilitó los ancestrales genes caquetíos, que salían a relucir de su bondadoso rostro de facciones definidas, de su pelo lacio reacio a las canas, recogido, para la comodidad en las ocupaciones y para airear la nuca y el cuello, en un rodete de moño sujeto con peinetas de carey con aplicaciones de bisutería, de su afán de conciliar y hacer amigos, de la alegría que cargaba como bastimento y que repartía a raudales a través de su animosa y optimista conversación y de esa fortaleza física y anímica, que tanto la asistieron a la hora de afrontar   y solventar situaciones extremas, muy difíciles para cualquier ser humano.

     Carmen Adela lograba aceptar su destino, le daba el tratamiento correspondiente a la calamidad eventual recobrando luego la verticalidad habitual para enfrentarse a la próxima tarea, logrando sabiamente, que el dolor, lejos de crear estigmas permanentes y dolorosos, rodara por ella, como ruedan las gotas de agua sobre el declive de una superficie engrasada.

     Así pudo sobreponerse a la desgracia de aquel aciago mes de agosto de 1944, cuando recibe el cuerpo herido del compañero, paraguanero también, Antonio Isidoro Primera, el padre de Alí, con quien llena de amor, de alegría y de esperanza, habían salido cinco años atrás de su pueblo natal en la península, en las laderas del Monte Cano: San José de Cocodite, en busca de la deslumbrante y engañosa prosperidad que ofrecen las ciudades. Antonio Isidoro que se desempeñaba como agente en el cuartel de policía de Coro, resultó herido de bala, cuando un recluso enloquecido repentinamente, arremetió contra varios agentes, luego de desarmar al chofer de la única patrulla, que para la época existía en Coro, días después moriría en una de las salas del viejo hospital “Antonio Smith”.

      Carmen Adela lloró su muerto y tomó las previsiones de los pasos siguientes, usando todo el valor que le quedara, luego de preservar el necesario, para atenuar el dolor de sus pequeños hijos:

 

--Regresé a San José de Cocodite, en Coro  no tenía nada que buscar, Coro me había dado mis dos hijos pequeños, Alí y Héctor, pero también me había quitado el compañero— llegó a contarnos una tarde en su casa del barrio “La Vela”, hoy barrio “Alí Primera”, en la parte norte de Punto Fijo, mientras el agradable olor de un cafecito recién colado, se abría paso a través de los olores agresivos de los hidrocarburos de la vecina refinería —cuando mi familia me vio llegar con la “ringlerita” de hijos, sin mucha diferencia de edad y estatura entre ellos; seis muchachos, cinco varones y una hembra, Asciclo, Ada, Alfonso, Monche, Alí Rafael y Héctor el “natieco” para entonces; uno de mis parientes dijo:

 

     --Miren, ahí regresa Carmen Adela, parece una cabra con sus “mequitos”.

 

     En San José de Cocodite, Carmen Adela y sus muchachos asumen rápidamente lo que les tenía reservado la vida rural, los varones a buscar agua y leña, la ayuda en la casa, la pequeña escuela, los cuentos por las tardes de los parientes y amigos adultos, el volantín, el trompo, las metras, las “aventura a través de cujizales y cardonales, siguiendo por el cauce de las quebradas secas, las huellas, que marcadas en el endurecido lecho como ideogramas o caracteres consonánticos de antiguas forma de la escritura, delataban la presencia reciente de codornices, conejos, iguanas y otras especies, que cazadas con “tira tiras” y palos, podían completar las “compañas de arepas” de la dieta diaria de la familia. En ocasiones la “aventura” los llevaba en busca de especies marinas, al mar “de la parte arriba”. También era tarea de los varones, a la que se sumaba la propia Carmen Adela, ir en lo dóciles burros de la familia, hasta la bodega del “compadre Dimas”, para procurar el “fiado” del bastimento regular, mientras llegaba de Coro, la pensión de Bs.100, que el gobierno le entregó como viuda de un funcionario público, “caído en el cumplimiento del deber y que en ocasiones, tardaba hasta tres y cuatro meses en llegar. En el camino, se abastecían, cuando era época, de cuanta fruta comestible produjesen las plantas xerófilas cercanas o a las orillas de los pedregosos y ordinarios caminos: “datos”, “lefarias”, semerucos, cotoperices, etc. Era un recorrido de varios kilómetros entre Caradacagua, la bodega del “compadre Dimas” y el hogar de los Primera Rossell.

     Entre el quehacer de todos los días y el intercambio permanente con las familias de ella y del difunto esposo: Mamá Pancha, el padre y hermano de Antonio Isidoro, Rafael Primera y Juan Primera, el Tío Juan, quienes le enseñarían a Alí los primeros “puestos” en el cuatro, y que más tarde se convertirían en personajes cantados por él, la celosa vigilancia de los hijos y otras actividades propias del campo, distraía los días, mientras levaba a cabo sus planes de traslado hacia la costa oeste de la península, donde se hablaba mucho de porvenir y progreso.

     Enérgica y decidida como era, un día Carmen Adela decidió acercarse más al área de las refinerías petroleras. Los muchachos van creciendo y requieren mejores escuelas, además ella cree ver la oportunidad de mejorar las condiciones de vida de la familia; trataría de conseguir algún trabajo o por lo menos, mejor compensación por los trabajos que desde la propia casa, pudiera ser con la ayuda de Ada.

     Llega a Caja de Agua en los años cincuenta. Asciclo, el mayor, quien posteriormente se convertiría en “el cronista de los Primera” y a quien Alí llamaba: “tono mayor”, debido a la definida tesitura de su “vozarrón”, que más tarde lo haría lucir en veladas familiares y en programas radiales de aficionado, ya era un adolescente con “disposiciones” para el trabajo en forma, lo que llamaban: reportarse. Sin embargo unos años más tarde él prefiere enrolarse en el servicio militar y más tarde se hace guardia nacional. De nuevo hay un hombre con aptitudes de conductor en la familia.

 

     Pasado un tiempo la familia se muda a Las Piedras, lugar de trabajo de Asciclo. Alfonso y Monche, serían pilares básicos en la “búsqueda de la vida”, para ayudar al sustento diario, sin embargo Monche, además de soñador, era un excelente estudiante y nunca descuidó su pasión por aprender de toda lectura que cayera en sus manos. Carmen Adela y Ada establecían la logística doméstica. Alí y Héctor, pronto, de las manos de sus hermanos mayores, se integrarían a la producción familiar de recursos, limpiando zapatos, vendiendo empanadas y dulces, lavando y cuidando carros y cuanta actividad honesta, pudiera proporcionar unos cobritos, llegando inclusive a “montar” exhibiciones de boxeo entre ellos mismos y otros actos escénicos improvisados. Monche se encargaría de enseñar a leer a Alí y a Héctor.

     En Las Piedras, Alí destaparía el cofre de sus primeras inquietudes artísticas, sociales y políticas, además de humanas. Aprende a tocar la guitarra de manos del viejo Tulio Guariato, comienza a interesarse por la lectura política y comparte las parrandas de los pescadores, capta las inquietudes de éstos, y comienza un aprendizaje sobre las condiciones sociales de “los de abajo”, que conservará y exteriorizará tiempos más tardes en sus cantos y poemas.

     Carmen Adela, una hermosa mujer, curtida por la vida, pero sin perder sus encantos, conoce a José Padilla, con quien, luego de un sondeo, hasta comprobar que éste le iba a “querer a sus hijos”, decide a unirse a él. Monche era el más reacio a aceptar esos amores.

     --Monche era muy celoso conmigo—nos contaría Carmen Adela. –Asciclo y Alfonso eran más comprensivos, Alí y Héctor que eran los más pequeños, rapidito se hicieron amigos de José y más tarde lo tratarían con mucho cariño, Alí como era tan echador de bromas y tan “pasao” con José, al tiempo, cuando llegaba de Caracas lo abrazaba y le decía: ¿Cómo se ha portado mi viejo “Semehueve”?. Ni los muchachos, ni yo, ni el propio José, creo yo, llegamos a saber el porque de ese sobrenombre, no sé cual de ellos dijo, que Alí le decía así a José, porque era muy enamoradizo a espaldas mías, ¡Vaya usted a saber!

     Su compañero se convierte en un padre, sobre todo para los hijos más pequeños de Carmen Adela, los ayuda, los protege y logra ganarse el amor de éstos como si se tratara del padre natural. De este segundo matrimonio, nacen: Edgardo, Mireya, Emil, conocido hoy en el mundo artístico como José Montecano, nombre que le escogería el propio Alí, y el menor, Ely.

     De las Piedras, Carmen Adela, decide mudarse más cerca de la pujante ciudad de Punto Fijo, que día a día iba perdiendo su configuración aldeana, para convertirse poco a poco en una joven y dinámica ciudad siempre en ascenso.

     Con José y la prole aumentada por los cuatros hijos habidos de su unión con él, fija su residencia en una modesta vivienda de tablas, propiedad de un sargento de apellido García, de allí se mudan, dentro del mismo sector y en condiciones de inquilino también, a una vivienda de las usadas por las compañías petroleras como soluciones habitacionales: —Esa casa por fuera, parecía un pote cortado a lo largo por la mitad y puesto boca abajo sobre el suelo—nos contaba riendo Carmen Adela.

     Esta vez alquilan una pequeña casa colindante casi con la cerca de la refinería de Amuay; la vivienda será luego adquirida, mejorada y ampliada por Carmen Adela y José, allí echarán el ancla, se disponen a levantar a los muchachos más pequeños. Asciclo, ya con familia propia, construirá su vivienda al lado de la de Carmen Adela, la que pronto se convertiría en la “casa grande” de los Primera. Alfonso, Monche, Alí y Héctor, comienzan a ordenar sus propios pasos y cada uno emprende la búsqueda de sus destinos. Alfonso fija su residencia en Caracas, donde comienza a desempeñarse en importantes cargos; con él se va Monche que más tarde termina sus estudios universitarios y se gradúa de médico, especializándose posteriormente en Psiquiatría. Alí, a su tiempo, emprende el camino de la universidad para estudiar Ingeniería Química. Apenas inicia la carrera en Caracas, pronto se va a Europa a continuar sus estudios, pero la “responsabilidad mayor” lo reclama para su pueblo y, definitivamente se enrola como militante de la esperanza; de ésta, con su canto y su accionar, se hace el principal vocero del país y uno de los mas importantes de América, con proyección a los restantes continentes del globo terráqueo. Por su parte, Héctor se gradúa de Ingeniero Agrónomo, pero el destino le guardaba una carta en la manga. En plena juventud y cuando Carmen Adela, comenzaba a tener sosiego de los avatares de su vida de esposa, madre y compañera de sus hijos, un desgraciado accidente automovilístico la va a separar definitivamente del “natieco”  del primer lote de hijos, Héctor moriría poco tiempo después del accidente, debido a graves e irreversibles secuelas del mismo.

     Antes de la muerte de Héctor, cuando ya la familia  estaba definitivamente ya instalada en la casa de Asciclo, alguna vez sugirió que llamaran “Verapaz II”, como la casa de los Primera en San José de Cocodite, Carmen Adela en franca y responsable conversación con su compañero, le dijo:

 

--José, ¿tú no crees que ya va siendo hora que nosotros nos casemos como lo manda Dios y la ley?

 

--y que vamos hacer pues, ¡vamos a casarnos!—le respondió José.

    

Una ceremonia sencilla y una misa familiar dominical, selló definitivamente aquella unión.

     Los hijos habidos de su unión con José Padilla, crecerían más holgados, gracias a la ayuda de los hermanos mayores, a la consecuencia de José y la propia Carmen Adela, que en ningún momento de su existencia “bajó la guardia”  o se  dedicó al descanso bien ganado, que ya reclamaban sus años.

     De la nueva “camada” comienza a destacarse en el canto, animado por sus hermanos, principalmente por Alí, Emil, quien toma como nombre artístico el de José Montecano, en honor a su padre y al cerro que protege la parte noroeste de San José de Cocodite, el pueblo natal de Carmen Adela.

     La muerte de Héctor “Bagüeuto”, como lo llamaba Alí, sacude violentamente a Carmen Adela, cree desfallecer y se siente sin valor, la alegría y la fortaleza se le escapan por cada uno de sus poros, tampoco la juventud la acompaña ya. Conoce el sufrimiento y el dolor ha estado antes presente en ella, pero, la muerte de un hijo, es una experiencia que no tiene patrón en el sentimiento de ningún ser humano, ni siquiera en los animales.

     La responsabilidad de ser el alma y vértice de una gran familia formada dentro de un amasijo de lágrimas, sufrimientos, esfuerzos, alegrías y esperanzas, que a cada paso se multiplica brotándole nuevos sarmientos; la hace recoger las fracciones de su valor deshecho y estructura una nueva coraza, que le permitirá irradiar nuevamente su entusiasmo y alegría. Comienza a sentirse madre de todo el mundo y amplía su familia con la legión de amigos y compañeros de sus hijos. Los Primera no han dejado de ser un bloque compacto de querencias y compartires y el elemento aglutinante de ese proceso sigue siendo Carmen Adela, líder a través de la ternura, la alegría y la responsabilidad, sin una voz altisonante de mando, a la que podría tener derecho, de su familia original y de las subsiguientes, derivadas de ésta.

     El destino le tiene preparada otra escaramuza a Carmen Adela, para tratar de doblegar su espíritu, ya repuesto y en renovada efervescencia, con la ayuda del triunfo de sus hijos y el despuntar de los más jóvenes. Se ha convertido en una bella anciana dedicada a hacerles la vida agradable a los demás, a repartir bendiciones, a atender sus achaques, a recortar notas de prensa y guardar secretos y reconocimientos de los triunfos de sus hijos, sobre todo del “Cantor Mayor” Alí Primera, a recibir las constantes visitas de sus hijos, de las compañeras y compañeros de éstos, de sus nietos y de los nuevos amigos que llegan a través de sus descendientes, pero que se quedan en su querencia, debido a ella misma y su gran virtud para repartir y recibir amistad.

     En medio del sosiego, compartido con José, bastante enfermo y casi ciego y, de esa paz ganada a fuerza de vida, le toca recibir la infausta noticia, en aquel despertar del sábado 16 de febrero de 1985, que Alí Primera, su hijo cantor del pueblo venezolano, ha muerto en Caracas, a causa de un fatal accidente, cuando se dirigía a su hogar. No alcanzaba a creer la muerte de su hijo cantor, juguetón y zalamero. La confusión nuevamente hace presa de ella. El pueblo venezolano había perdido su “Cantor Mayor”, ella había perdido a su hijo Alí Rafael. En esa ocasión, durante la vigilia en el velatorio de “Balikia”, como Héctor llamaba a Alí, mientras las chimeneas de la refinería vecina le impregnaban al cielo paraguanero sus alientos dantescos, roznando como dragones, casi con ingenuidad, pudo decirnos:

     --Hijo, este es un dolor muy grande, tan grande como cuando se murió Héctor.

     José en su lecho de enfermo y ya definitivamente ciego, desesperado por la muerte de Alí, sólo alcanzaba a decir a quienes se acercaban a él:

     --¡murió la luz!, ¿Quién me va a enterrar con tambores ahora?

     José moriría tres años más tarde, tal vez ensamblando recuerdos de su vida con Carmen Adela y los muchachos y de sus años en Cumare, cerca de “Cerro Atravesao”, península adentro, donde había nacido hacía más de ochenta años.

     Carmen Adela sobrevivió a José ocho años y a su hijo cantor, juguetón y zalamero, once años. Ese tiempo le sirvió, una vez vuelta a parar, para recoger los testimonios de la querencia del pueblo venezolano hacia su hijo Alí. Su casa se convirtió en un santuario, donde a diario desfilaban: estudiantes, trabajadores, gente del pueblo, niños mujeres y seres de todos los estratos sociales, económicos y políticos del país. Carmen Adela asumió su postrera responsabilidad, se convirtió en la preservadora del recuerdo de su hijo cantor, pero no con tristeza, no; sentía alegría relatando los recuerdos del hijo, describiendo, como experta cicerone cada pintura, cada dibujo, cada afiche, cada recuerdo que de Alí, comenzó a coleccionar con la ayuda de amigos y compañeros del cantor mayor.

     Alcanzó a ve el asomo de los triunfos artísticos de los hijos de Alí, su hijo cantor, juguetón y zalamero, también los triunfos de su otro hijo cantor, a quien ella misma, delante de amigos y extraños, llamaba por su nombre artístico y no el de Emil, tal vez para no generar dudas sobre el reconocimiento que ella le hacía.

     Pero su organismo feliz de 83 años, ya se sentía realizado y ya no estaba para seguir viviendo las penurias, que a distancia, veíanse asomar sobre el país y así, un día, aprovechando un descanso de la resolana, aprestándose para la entrada de la primavera, la frescura paraguanera, hizo el paneo final sobre su vida y su alegría y serenamente cerró los ojos definitivamente. Nos dejó definitivamente el 29 de junio de 1997, pero su sonrisa, su rostro alegre y tierno, su espíritu paraguanero, se reflejan en el testimonio de su obra. Nadie alcanzará a realizar una descripción cabal de lo que esta mujer, para muchos anónima, significó y significa para todos los venezolanos y los pueblos de América y el mundo, que recibieron y aún reciben los cantos, proclamas y poemas del cantor mayor Alí Primera.

     --¡Caray con estos paraguaneros!—suelen decir en la sierra coriana—Se vinieron de sus pueblos huyéndole a la “hambruna del año doce, cuando el verano casi los mata a toditos, tienen familias hechas aquí en los pueblos serranos, pero cuando tiran la mirada por encima de Coro, desde aquí y ven que una nubecita se forma más allá de los médanos, dicen llenos de orgullo: “Se está formando un tiempo en Paraguaná, pa’las faldas del cerro Santa Ana, ya va siendo hora de sembrar maíz, millo, ajonjolí y tapiramas.

     Carmen Adela era una paraguanera alegre y optimista. Supo aguantar los veranos de la vida y ahora vive en la eterna primavera del recuerdo.

 

Eudes, octubre 1997.